“¡Qué manera de vivir en abstracciones! Es una enfermedad extremadamente contagiosa. Yo recomendaría mantener una prudente distancia con aquellos individuos que notoriamente se pueda inferir que han caído bajo los males de de semejante suplicio.
No hay que descuidar la bendita facultad de ser un hombre terrenal, un político, un comandante de la acción.
Que las ideas se hagan a un lado; salvo obviamente, las pragmáticas, las que derramen utilidad. No dejemos que desnuden al mercado, sino todo lo contrario, tejámosle cada día un nuevo ropaje, abriguémoslo cuando sea necesario, así como también refresquémoslo cuando sufra los calores del desprecio.”
Así se refería un hombre prudente hacia sus interlocutores, que soñaban con ser más prudentes que él, todavía más ordenados, más eficientes, y sobre todo, más útiles.
En otro sector del auditorio, escupía sus lamentos del alma un pobre inútil:
“Busquemos el sentido de nuestras respiraciones, encontremos un motivo para vivir y otros tantos para morir, pero no seamos simplemente un resultado de extensísimas coincidencias sin corazón. No dejemos que llenen nuestros vasos aguas de las que no queremos beber jamás, rompamos los cristales que nos encierran y nos obligan a ver la realidad de acuerdo a su más o menos densidad.
¡Emancipación del Ser! Aunque ello signifique desánimo o esperanza.”
Y desde una posición privilegiada, en donde se podía observar a ambos, el Gran Creador se revolcaba en risas por haber hecho lo mejor de su tarea: Haber creado a estos dos increíbles actores para una eterna y comiquísima lucha, la lucha por el monopolio de la verdad.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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